Identificar la violencia


Me repugna la violencia. La violencia es algo degradante para el ser humano. Es la constatación del fracaso en las relaciones, de la convivencia, del diálogo. Violencia es cualquier trasgresión de los límites que nos definen como individuos, que delimitan nuestro espacio de libertad e intimidad, que preservan nuestra identidad. La violencia nos convierte en objetos sin alma. Destruye los límites que nos contienen, los que definen con nitidez cuándo agredimos y cuándo somos agredidos, cuándo intentamos saciar nuestro hambre existencial queriéndonos comer al otro y cuándo nos dejamos comer sin rechistar, con tal de ser algo para el otro. Cuándo estamos siendo violentos y cuándo estamos recibiendo un trato violento.

Estamos en la época del marketing, de lo estéticamente correcto, de la comunicación eficiente, de los mensajes con intención, de la simplificación: para que la gente entienda. Sobre este sustrato se alzan los discursos que los asesores elaboran para los políticos, las campañas de publicidad, las ideas-fuerza que machaconamente repiten cada vez que tienen un micrófono delante, y que reducen a una simple frase algo tan complejo como la violencia. Tanta sofisticación mediática, está dejando poco espacio para el sentido común. Y lo peor de todo, está trivializando el significado profundo de la violencia.

Hoy es el día internacional de la violencia de género. ¿Por qué ponerle apellido a la violencia? La violencia no es sólo un acto, sino que es un proceso. No es el fracaso de una u otra persona, sino del sistema que conforman: la intimidad de la convivencia.

Cuando se apellida a la violencia, como por ejemplo, “de género”, se está dirigiendo la mirada sólo a los elementos del sistema: el agresor por un lado, y en la posición contraria, la víctima. Al establecer esta distinción, se bifurca en dos la mirada, y se pierde la imprescindible visión global del problema. Porque a partir del momento en que se nombra víctima y agresor, queda en el olvido el sistema de convivencia que formaron. De ahí surgió la violencia: de la forma en que se han ido tejiendo las relaciones familiares.

La mirada escindida, a veces deja fuera de cobertura a los más indefensos: los niños. Cuando hablamos de violencia de género, ¿alguien en su sano juicio cree que ésta sólo estaba dirigida hacia la pareja y no contra los hijos que formaban parte del infierno familiar? La violencia no entiende de límites. Precisamente ese es su caldo de cultivo. Cuando en un sistema familiar hay violencia, esta invade a todos. La desprotección y el abandono son también formas de violencia. Más terribles que las físicas, pues no hieren la piel, sino el alma.

Desde esta mirada escindida, se planifican medidas legales, políticas, sociales… Medidas de protección para la víctima, como es lógico. Medidas penales contra el agresor, como es lógico. Pero ¿quién mira a ese espacio intermedio en el que durante muchos años, ni uno ni otro fueron capaces de identificar que lo que allí estaba ocurriendo era ni más ni menos que violencia?

Con frecuencia, las situaciones de violencia duran muchos años. En estos casos, siempre me pregunto: ¿dónde empezó la violencia? Al parecer, no todas las trasgresiones de nuestras fronteras íntimas son vistas como violencia. Parece que tiene que existir una agresión física para que comencemos a hablar de violencia. Pero la violencia puede comenzar con una simple mirada. Se pueden decir muchas cosas sin pronunciar una sola palabra. Se puede someter a alguien, sin mover un solo dedo. Se puede aterrorizar al otro, tan sólo con una mirada.

Cuando dejemos de ponerle apellidos a la violencia, podremos mirarla de frente y descubrir todo aquello que es violencia. Cuando dejemos de mirar sólo al acto violento, y miremos también al proceso tóxico de convivencia, de relación sin límites definidos, del que surge la violencia, entonces, dejaremos de ver tan sólo víctimas y agresores, pues seremos capaces de identificar a tiempo la primera mirada que delata a la violencia. Sentir cómo esa mirada taladra los límites de nuestra identidad y coarta nuestra libertad, será la señal inequívoca de que debemos empezar a tomar medidas. Si no lo hacemos en ese preciso momento, será ya demasiado tarde.

6 comentarios:

Backing dijo...

Bueno, pues para ser mi primer comentario y el primer comentador, me centraré en la parte que me toca. Estoy totalmente de acuerdo con tu definición de la violencia, algunos la hemos sufrido sin contacto y la hemos practicado sin conciencia, simplemente porque nos parecía normal lo que hacíamos y lo que nos hacían. Una lástima, la verdad. Seguramente esto le ocurra a más de uno. ¡¡Pensar, pensar!! Un abrazo

José Gómez dijo...

Hola Backing. Gracias por compartir tu experiencia relacionada con la violencia. Lo que tú describes nos ocurre a todos: todos tenemos nuestra forma de agredir, sin darnos cuenta, y nuestra forma de recibir agresiones, sin percatarnos de que lo son.

Lo importante es tener en cuenta que nuestra actitud no es irreversible. Ahí empieza nuestra responsabilidad. Cuanto más pronto aprendamos a detectar la violencia propia y ajena, menor intensidad tendrá y menores consecuencias. Obviamente, esto requiere conocerse profundamente a uno mismo: un trabajo personal continuo para poner más conciencia.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho la reflexión que has hecho sobre la violencia. Estoy totalmene de acuerdo en que cuando se habla de la violencia "de genero",no se tienen en cuenta, a esa parte tan sensible y que sufren a veces tanto como la víctima porque también lo son, es decir, los niños. Por cierto, ahora que lo escribo, me doy cuenta en que en lugar de llamarse "de genero", podría decirse que "degeneró" en lo que empieza siendo y en lo que finalmente se degenera. Tambien comparto contigo la respuesta que le has dado a backing, todos sufrimos de alguna manera violencia y ejercemos violencia hacia otras personas aunque no queramos hacerlo. Lo importante es no mirar solo hacia afuera y darse cuenta de que nosotros también tenemos que mirarnos. A unos nos cuesta más y a otros menos... Me alegro mucho de poder compartir tu página. La seguiré leyendo.
Un abrazo.

José Gómez dijo...

Gracias por tu aportación, Anónimo. Me alegro de que te haya resultado interesante esta visión acerca de la violencia. Yo creo que cualquier término que se añada a la palabra violencia, desvía la atención de lo principal. También pienso que la violencia no es lo que degenera, sino la forma en que se manifiesta. Por eso, lo importante es detectarla cuanto antes, cuando comienza a expresarse de una forma muy sutil.

Anónimo dijo...

Hola José perdona mi atrevimiento, me gustaría pedir tu opinión sobre los jóvenes mayores de 30 años que aún residen en casa de sus padres. Aparte del tema laboral, crisis económica...etc ¿qué se esconde detrás? Gracias

José Gómez dijo...

Hola Anónimo. En tu pregunta planteas un tema muy interesante y al mismo tiempo, muy complejo. No creo en las generalizaciones y por eso, creo que tu pregunta podría tener tantas respuestas distintas como jóvenes mayores de 30 años estén residiendo aún en casa de sus padres.

En estos casos, lo más fácil es mirar sólo al joven y aventurar que únicamente existen motivos individuales suyos, como egoísmo, comodidad, etc. Pero poniendo una mirada holística sobre todo el conjunto familiar, se pueden encontrar motivos mucho más profundos y mucho más interesantes, normalmente relacionados con el funcionamiento de la dinámica familiar.

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