Breve reflexión acerca del conocimiento efímero

Tecnología, comunicación e inmediatez se han situado en el primer plano de nuestra cotidianidad. ¿Cómo afecta esto a nuestra relación con el conocimiento y con nosotros mismos?



La inmensa cantidad de información disponible a través de Internet, y la rapidez con la que podemos acceder a ella, favorece que el ritmo al que nos movemos por la red sea frenético.

Nos bastan unos pocos segundos para leer a toda prisa una página y saltar a otra de inmediato. Si alguna tiene mucho texto, ni la leemos. Y si tarda más de un par de segundos en aparecer, nos parece una eternidad.

De este modo, obtenemos cada vez más contenidos informativos. Sin embargo, el tiempo que permanecemos en contacto con cada uno de ellos es cada vez más fugaz.

Si no dejamos suficiente espacio en nuestra vida para reflexionar, elaborar, indagar, saborear, digerir, interiorizar y asimilar toda esa información que obtenemos, difícilmente nos aportará conocimiento alguno, o éste será efímero. Estamos transformando nuestra relación con el conocimiento: curioseamos en la información en lugar de nutrirnos con ella.

Este modo tan superficial de contactar con lo que nos rodea, no es más que un reflejo de la forma en que contactamos con nosotros mismos. Si renunciamos a nuestra capacidad de indagación y reflexión, estamos banalizando el conocimiento. Ambas son, además, imprescindibles para el desarrollo de la conciencia.

Si pudiéramos poner más conciencia en lo que hay a este lado de la pantalla, tal vez podríamos darnos cuenta de que, cuando utilizamos este frenesí cibernético para mantenernos hipnotizados, en realidad, lo que estamos banalizando es el conocimiento de nosotros mismos.

Arrullados por el analgésico tecnológico, vamos postergando indefinidamente la oportunidad de contactar con lo que está pasando en nuestra propia vida. No nos damos cuenta de que al actuar así, estamos renunciando a profundizar en nosotros mismos, a comprender lo que somos, a averiguar el origen de nuestro sufrimiento. Dejamos pasar la oportunidad de descubrir que, en nuestro interior, tenemos recursos suficientes para afrontar eso que nos duele tanto, que no nos atrevemos ni a mirarlo. Mientras tanto, la vida pasa a toda velocidad. A ambos lados de la pantalla. Ahí es donde estamos atrapados.

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